La patria no cabe en un mapa
¿Qué es la patria, más allá de su etimología? No es sólo un límite geográfico ni un contrato jurídico. Es, en principio, un límite ideológico: se crea para separarnos o defendernos de otros grupos con religiones, intereses o autoridades distintas. Pero también es más que eso.
El “honor” suena hueco cuando hablamos de soldados y guerras si sabemos que, en realidad, lo que se defiende son los intereses de quien concentra más poder. La patria no son sus gobernantes, ni los que alguna vez se proclamaron dueños de la tierra. Aunque su origen no buscara el beneficio de todos, hoy está tejida en lo que nos define: la bandera, las canciones, la comida, las carencias, los paisajes, los traumas. Todo eso está contenido en el país, ese pedazo de tierra que egoístamente llamamos nuestro.
Entonces, ¿dónde empieza la patria y dónde termina el país? Tal vez podamos decirlo así: el país es el cuerpo; la patria, su alma. La patria no se palpa, pero atraviesa lo cotidiano. Es ese orgullo compartido cuando un compatriota triunfa, es el sabor de una comida que alguna vez renegaste y ahora extrañás, es una herida común que late en silencio.
Aquí surge el dilema. Hay quienes intentan vestirse de culturas ajenas por vergüenza del propio origen, pero aunque lo oculten, siguen siendo lo que son. Están también quienes gobiernan y traicionan, vendiendo nuestros recursos a cambio de beneficios personales, abusando del poder, sembrando miedo. ¿Merecen ellos el alma de la patria? ¿O caminan, más bien, como errantes vacíos?
Y luego están quienes han marchitado esa alma por completo: consumidos por el poder y la riqueza, han impuesto un terror auténtico. No sólo dejaron muertes, desapariciones, exilios, cárceles y torturas: también nos robaron tiempo y futuro. Ellos morirán, pero nosotros quedaremos con la patria herida, con el caos imperando, con los valores presos y la cultura contaminada.
Quizá la patria no es un orgullo listo para gritarse, sino una pregunta que nos persigue. ¿Qué queda de ella en nosotros cuando la arrancan desde arriba? ¿Cómo se cuida un alma colectiva que late, aun cuando parece marchita?
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