René Pérez Joglar y el nacimiento de una nueva identidad latinoamericana
René Pérez Joglar -Residente, para casi todos, hizo mucho más que música. Sin proponérselo del todo, articuló un nuevo modo de reconocernos como latinoamericanos. Su voz y sus letras no necesitaban traducción: aunque usara jergas locales, lo que decía se entendía perfectamente en cualquier rincón del continente. Hablaba desde un lugar común, el del barrio, la desigualdad, la alegría compartida y la rabia que se cocina en silencio.
En una época en la que la globalización cultural parecía aplastar
las particularidades, René hizo lo contrario: tomó la identidad del barrio
latino, esa que muchas veces se esconde o se niega, y la puso frente al mundo
sin maquillarla. Lo que antes se veía como “lo marginal” se volvió el
centro de la conversación.
Sus canciones fueron un espejo colectivo: reflejaban el gozo, la
injusticia, el sufrimiento y también la picardía y resistencia que caracterizan
a la mayoría de los latinoamericanos, especialmente a esa gran masa que vive
entre la clase media y la pobreza. En su obra había denuncia, pero también
celebración; había dolor, pero también orgullo.
Sin René, probablemente no estaríamos viendo a Bad Bunny en el
show de medio tiempo de la NFL, representando a la cultura latina desde un
lugar de poder y no de exotismo. Lo que hoy parece un fenómeno natural fue, en
parte, el resultado de una identidad latinoamericana que él ayudó a unificar.
Su música cruzó fronteras geográficas y emocionales, y en ese
cruce muchos jóvenes, desde México hasta Argentina, encontraron una manera
nueva de decir “esto somos”. Una identidad que no pedía permiso para existir,
que no necesitaba traducción ni aprobación.
René Pérez Joglar no solo internacionalizó la música latina: abrió
un espacio para que una generación entera se viera a sí misma con dignidad y
fuerza.
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