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Dios poseido por la vida

Dios, siendo todopoderoso e incomprensible, ni impera, sino que vive. Su poder no está en la distancia ni en la perfección, sino en la entrega total al flujo de la existencia. No es poder lo que extiende, sino que se rinde ante el flujo natural de la vida, donde es la vida quien lo posee, o la vida está poseída por él. Ambos son el mismo pulso: una corriente sin origen ni destino, que se basta a sí misma para seguir siendo. Son la misma cuerda en un bucle: sin comienzo ni final, se sostiene en sí misma. No hay dualidad, sino un solo ser: uno es la sangre y el otro el cuerpo, uno conciencia y el otro naturaleza. Pensar en Dios gobernando la vida no es la vía correcta: no hay gobierno, sino rendición. La vida no se deja gobernar. Se desborda, se extiende, se transforma. Dios no crea el río, ni el árbol que se mece. Dios es la corriente y el viento, las hojas y las rocas, la tierra bajo nosotros y nuestra sangre. Nos conecta en la conciencia. Y en esta amplia dimensión que se extiende sob...

¿Y cuando colapsa el cuerpo, qué hacemos?

No les hablo de fracturas ni de heridas que desbordan sangre, dolorosas y profundas como una grieta en las más firmes estructuras, sino de la desarticulación de cada espacio entre nuestros átomos, del desarme de cada neurona, de la división interminable del llanto que se produce cuando los más oscuros menesteres del hombre deshacen el más bello vivir del alma inocente y pura. Es despertar con cada sol. Sol que ya no intenta ser majestuoso, después de vigilar la luna hasta su último instante, cuando ya nunca es mágica como fue. Es llorar sin botar gota alguna, alguna gota que al cuerpo nunca vuelve, despedida por la infinidad de azul grisáceo, para renovar las tristezas que agrietan el alma. Es tambalearse entre el odio y la indignación cuando, al partir del sueño, la realidad es más turbulenta que las más endiabladas pesadillas; donde los hombres, si acaso aún fueran hombres. han deshecho hasta la más pequeña de nuestras esperanzas. Donde estos mismos demonios, con cuerpo de hombres pe...

El camino, no el destino.

Comencé a ver el mundo desde una perspectiva menos obsesiva, aprendí que la palabra resignación no siempre se inclina hacia lo negativo. Desde mi perspectiva más humilde aprendí a resignarme a muchas manifestaciones que parecen estar viajando a través del caos, por así llamarlo, que impera. Me dejó ver que la vida no tiene un sentido, y aunque antes lo escuché, es ahora que puedo decirlo. Cuando todo se mueve algo va a pasar, y el mundo se ha movido desde siempre, podemos decir que es movimiento, y no solo movimiento, también es ritmo y lógica, alguna que no somos capaces de procesar y tras autoproclamarnos los reyes de las especies, hemos querido dictar nuestro orden, contrario muchas veces a la lógica en que vivimos, y así el caos que produce el movimiento nos ha respondido. Es sensato pensar que llevarle la contraria al “caos” nos llevara al exterminio. Todos hemos perseguido autoridad, la que nos han publicitado por años, décadas, siglos, milenios y después de tanto tiempo seguimo...

René Pérez Joglar y el nacimiento de una nueva identidad latinoamericana

René Pérez Joglar -Residente, para casi todos, hizo mucho más que música. Sin proponérselo del todo, articuló un nuevo modo de reconocernos como latinoamericanos. Su voz y sus letras no necesitaban traducción: aunque usara jergas locales, lo que decía se entendía perfectamente en cualquier rincón del continente. Hablaba desde un lugar común, el del barrio, la desigualdad, la alegría compartida y la rabia que se cocina en silencio. En una época en la que la globalización cultural parecía aplastar las particularidades, René hizo lo contrario: tomó la identidad del barrio latino, esa que muchas veces se esconde o se niega, y la puso frente al mundo sin maquillarla . Lo que antes se veía como “lo marginal” se volvió el centro de la conversación. Sus canciones fueron un espejo colectivo: reflejaban el gozo, la injusticia, el sufrimiento y también la picardía y resistencia que caracterizan a la mayoría de los latinoamericanos, especialmente a esa gran masa que vive entre la clase media y...

La patria no cabe en un mapa

¿Qué es la patria, más allá de su etimología? No es sólo un límite geográfico ni un contrato jurídico. Es, en principio, un límite ideológico: se crea para separarnos o defendernos de otros grupos con religiones, intereses o autoridades distintas. Pero también es más que eso. El “honor” suena hueco cuando hablamos de soldados y guerras si sabemos que, en realidad, lo que se defiende son los intereses de quien concentra más poder. La patria no son sus gobernantes, ni los que alguna vez se proclamaron dueños de la tierra. Aunque su origen no buscara el beneficio de todos, hoy está tejida en lo que nos define: la bandera, las canciones, la comida, las carencias, los paisajes, los traumas. Todo eso está contenido en el país, ese pedazo de tierra que egoístamente llamamos nuestro. Entonces, ¿dónde empieza la patria y dónde termina el país? Tal vez podamos decirlo así: el país es el cuerpo; la patria, su alma. La patria no se palpa, pero atraviesa lo cotidiano. Es ese orgullo compartido c...